Rafael Sanzio - La visión de Ezequiel
- Detalles
- Marta Olmos
- Rafael Sanzio obras de arte
1518
Tabla, 40,7 x 29,5 cm Florencia, Gallería Palatina del Palazzo Pitti
Cuenta Giorgio Vasari que Rafael "después de esto hizo un cuadrito de pequeñas figuras, que hoy se encuentra también en Bolonia, en casa de Vincenzio Arcolano, con un Cristo como Júpiter en el cielo y rodeado de los cuatro Evangelistas, tal y como lo describe Ezequiel: uno a guisa de hombre, otro de león, otro de águila y otro de toro, con un pequeño paisaje debajo, no menos raro y hermoso en su pequeñez que las otras obras suyas en sus respectivos tamaños". De casa de Vincenzo Hercolani el cuadro debió de pasar, después de mediados del siglo XVI, a la de su hermano; un miembro de la misma familia, Agostino, embajador en Florencia de 1574 a 1579, lo habría vendido a Francisco I de Médicis. El cuadro ingresó en los Uffizi en 1589 y allí permaneció hasta que en 1799 fue llevado a París; en 1816, una vez devuelto a las colecciones florentinas, fue colocado en la Gallería Palatina. Si bien a partir del siglo XIX se mantuvo que esta obra era fruto de una idea de Rafael y de un dibujo de su mano y había sido ejecutada por uno de sus más célebres discípulos, Giulio Romano, en el espacio de tiempo (que fueron los últimos años de la vida de Rafael) en el que fue en aumento la intervención del taller en fase de realización, las pequeñas dimensiones del cuadro y la refinadísima ejecución pictórica hablan a favor de la completa autoría del maestro de Urbino.
En el cuadro, el artista representó a Dios Padre rodeado de figuras angélicas y de los símbolos de los cuatro evangelistas, basándose ya en la descripción que proporciona el profeta Ezequiel ya en la de san Juan en el Apocalipsis, y no sólo inspirándose en el vigor de las imágenes miguelangelescas sino también teniendo en cuenta las imágenes de Júpiter que aparecen en sarcófagos paganos. Este último aspecto permite confirmar que, también en los últimos años de su vida y sobre todo en ellos, el estudio de la Antigüedad tenía un papel preponderante en la actividad de Rafael y así fue también en los encargos que le confió el papa León X.