1919
Oleo sobre lienzo
Palma de Mallorca, colección Dolores Miró de Punyet

Miró - Montroig, la iglesia y el pueblo

La obra pertenece a la fase del estilo de Miró definida por los críticos como “detallista” o “particularista” por la evidente atención que presta a cada minucia.

Con un punto de vista que se vale de una comprensión lenta y gradual, Miró se interesa por cada uno de los elementos que componen sus paisajes. Montroig viene a representar el arquetipo de la naturaleza catalana, la medida a la que aspira el artista, un pequeño universo perfecto en el cual lo pequeño halla su dimensión junto a lo grande en un cabal equilibrio.

La luz nítida del cuadro describe poco a poco todos los detalles de este desarrollo ascensional que nos conduce desde el primer plano hasta el edificio del fondo, del cual logramos ver, a pesar de la distancia que nos separa de él, cada ladrillo, contrafuerte y ven-tanita. La naturaleza es igualmente descrita en cada hoja o brizna de hierba con una narración que aclara la paleta confiriéndole un poder simbólico cercano a una visión onírica.

La lograda síntesis geométrica de los espacios, que se advertía en los trabajos inmediatamente anteriores, se ha transmutado aquí en pureza de líneas, de unas líneas que dividen como las de un pentagrama la musicalidad conseguida por esta obra un poco naive.

Cada pormenor adquiere dignidad en la obra de Miró y, merced a la afirmación de lo infinitesimal sobre lo inmenso, el artista creará un estilo personalísimo que lo llevará a una cumplida síntesis capaz de hacer hablar a los vacíos, los signos y el color en el lugar de los objetos representados. Miró consigue aprehender el secreto que se oculta en lo finito y que conduce a lo esencial, lo eterno, lo universal.