Pierre-Auguste Renoir - Mujer desnuda en un paisaje
- Detalles
- Marta Olmos
- Pierre-Auguste Renoir obras de arte
Año 1883
Óleo sobre lienzo, 65 x 55 cm París, Musée de l'Orangerie
En la época en la cual ejecuta esta obra, Renoir se halla inmerso en una fundamental evolución pictórica que revolucionará todo su hacer artístico. Los viajes a Italia en busca de nuevas fuentes de inspiración formal esta vez ya no en la naturaleza sino en los museos le proporcionarán no sólo un nuevo bagaje figurativo al cual acudir tras el abandono del plein air, sino sobre todo una nueva dirección artística. Rafael será la meta principal de sus viajes: en Roma se asombrará ante los frescos de Villa Farnesina y escribirá a Durand-Ruel: "He ido a Roma a ver a Rafael. Es una belleza; habría tenido que verlo antes.
Está lleno de juicio y sabiduría. Pero los frescos son admirables por su sencillez y su grandiosidad". Le vuelven en estos años los recuerdos de sus visitas juveniles al Louvre, donde ha admirado a Ingres, discípulo de Rafael en el siglo XIX. Es Ingres el modelo de su nueva pintura, atentamente elaborada en el taller: las deformaciones anatómicas ya criticadas en Ingres signo moderno de libertad en el dibujo reaparecen ahora en Renoir, entendidas para encerrar en sí y ampliar el efecto plástico. Renoir, que delinea diversos puntos de vista de su modelo, parece dar vueltas a su alrededor, como si quisiera mostrar su rotundidad, llevar al máximo su presencia física, hacer de ella un icono de la feminidad.
Toda la obra de Renoir es un homenaje a la belleza femenina, que representa en cada etapa de su evolución pictórica, desde los inicios como decorador de porcelanas (en las cuales ejecuta desnudos de una finura elaboradísima) hasta el periodo en el que sufre la influencia de la pintura grasa de Courbet, los experimentos impresionistas que lo ven introducir en la naturaleza torsos de mujer y rociarlos de una lluvia de reflejos luminosos, la época aigre [" agria"] (en la que trata de definir su forma más plástica) y, por fin, hasta los últimos años, en los que pone las carnaciones femeninas al lado de las rosas, resolviendo la composición en tonalidades uniformes y en pinceladas mórbidas.