1938
Óleo sobre lienzo, 46 x 55 cm Los Ángeles, Winston Collection

Miró - Cabeza de mujer

Ya en el Segador, pintura mural para el pabellón de la República española en la Exposición Universal de París, el artista había retratado a un campesino con el puño levantado en ademán de rebelión, pero es con esta aterradora cabeza femenina como Miró expresa, en plena guerra civil, su personalísima reflexión, su grito de rebelión contra el poder político, al que se contrapone el del arte y de la pintura. Lo encomienda al arquetipo femenino de la diosa madre, siempre presente en su obra, que adopta aquí los rasgos de una terrible bruja, como si mostrase su rostro feroz y destructivo en una declaración que adquiere caracteres más íntimos y emocionales que el Guernica de Picasso, pintado en 1937. El color, intenso y chillón en algunos lugares, recuerda los anteriores cuadros "realistas", pero el efecto de catástrofe cede en este caso a un intento más discursivo y reaparece el azul en el lugar de la oscuridad. Destaca del color claro del fondo la silueta de este monstruo con los brazos levantados, la cabeza vuelta hacia arriba como si estuviera lanzando un grito desgarrador que atraviesa el silencio; los dientes, semejantes a colmillos, hacen resaltar sus características no humanas y primordiales. Con esta obra concluye la etapa de los "cuadros salvajes"; Miró saca fuerzas de este grito liberador para ahuyentar a los espectros amenazadores y comienza a desarrollar la búsqueda que desembocará en las Constelaciones.