Dalí - El asno putrefacto
- Detalles
- Marta Olmos
- Salvador Dalí obras de arte
1928
Óleo, arena y grava sobre tabla,
61 x 50 cm
París, Collection André-Frangois Petit, ant. Collection Paul Éluard
El sentimiento de la muerte y de la desintegración de la carne, con el penoso e inevitable cortejo de las transformaciones que la acompañan, aletea sobre buena parte de la obra del artista catalán, unas veces apenas sugerido, otras mostrado con cruel solemnidad. El fantasma de un pobre burro putrefacto es uno de los símbolos a los que Dalí recurre con mayor frecuencia, ligado quizá a imágenes vistas en la primera infancia y nunca borradas de su mente.
El cuadro forma parte de una nutrida serie de obras, muchas de ellas realizadas en el verano de 1928, para las cuales Dalí había recogido en la playa de Cadaqués arena, grava, esponjas, trozos de cuerda y corchos que el mar ha llevado a la orilla, que luego incorporará a los cuadros. El experimento tiene una duración limitada en el tiempo, pues ya el año siguiente será abandonado. En uno de los cuadros de esta serie, que tiene por título Simbiosis mujer-animal, se encuentra la misma compenetración de formas encerradas en líneas sinuosas que se componen hasta formar un perfil vagamente humano, según el esquema adoptado también en este caso, donde la figura principal está, sin embargo, inserta en un paisaje familiar, con el curioso edificio que se ve a lo lejos, con la torreta sobre la cual destaca una veleta con las indicaciones de los puntos cardinales. Se advierte en las amplias extensiones de color una influencia, por lo demás pasajera, del artista alsaciano Jean d’Arp, y aunque Dalí no perdió ocasión de manifestar su poco aprecio por el abstractismo, son aquí innegables algunos indicios de sugestiones abstractas que se acentuarán en obras enigmáticas como Pescadores al sol y Composición abstracta, donde las figuras quedan reducidas a puros ideogramas.