Vincent van Gogh - Rama de almendro en un vaso
- Detalles
- Marta Olmos
- Vincent van Gogh obras de arte
1890
Óleo sobre lienzo, 24 x 19 cm Amsterdam, Van Gogh Museum
Van Gogh se había ido a Arles esperando encontrar una luz cálida y colores mediterráneos, pero a su llegada halló, por el contrario, el campo cubierto de nieve. El episodio era excepcional para una región meridional y el artista pintor fue compensado por la explosión de la primavera. De manera especial lo fascinó el espectáculo de los árboles frutales en flor, cuya estructura sutil y elegante coronada por infinidad de pétalos blancos le recordaba también las lineas graciosas de las estampas japonesas. Vincent dedicó a este tema una extensa serie de cuadros, tratando de aprovechar todo lo posible el corto período de la floración. El cuadrito de Amsterdam ha transformado el motivo de los árboles en flor en una naturaleza muerta. La obra es al mismo tiempo simple y refinada: estamos ya muy lejos de los jarrones de flores ejecutados en París, solemnes y rebosantes de color, siguiendo la pauta de Monticelli. Vincent reduce al mínimo sus medios, basando la obra en un juego de llenos y vacíos. En un vaso deliberadamente descentrado respecto al eje principal de la composición, hay una ramita de almendro: dando relieve al desarrollo diagonal de la planta, Van Gogh ha llenado completamente el espacio del que dispone. El plano de apoyo y la pared están pintados de manera sumaria; el primero está abocetado mediante rápidas pinceladas luminosas, con la sombra azul que proyecta el vaso rodeada de trazos amarillos y verdes; la superfice de la pared, más acabada, está ejecutada de manera plana, con una variación tonal que la divide en dos zonas asimétricas; el límite está marcado por una llamativa raya roja, del mismo color que el artista ha utilizado para firmar en el ángulo superior izquierdo. La mayor atención se centra en la protagonista de la escena, la ramita, cuyo grupo de capullos blancos, realizados con una factura muy fresca, llenan de vida la obra. Efectuando una simplificación radical, Van Gogh hace una pintura extremadamente equilibrada, cuya sobriedad se convierte en inmediata delicadeza.